Respiraciones Tántricas. una breve introducción .

Existe una Respiración Tántrica de Máximo poder, pero para poder lograr su ejecución, hay otras versiones Tántricas más sencillas. 

La respiración tántrica en general, observada desde la óptica rigurosa de la bioenergética y envuelta en la tradición iniciática del Tantra, se revela como un vector de acceso privilegiado a la arquitectura oculta del sistema nervioso. No es un simple intercambio gaseoso; es una técnica avanzada de modulación neurofisiológica diseñada para quienes comprenden que la energía vital no se limita a sostener la vida, sino a elevarla hacia estados superiores de conciencia y refinamiento interior.

En su ejecución más depurada, en general la respiración tántrica reorganiza la danza entre el sistema nervioso simpático y parasimpático, despertando un diálogo íntimo entre la activación y la entrega. De manera homogénea, la inhalación profunda, lenta, controlada, consciente se convierte en un pulso ascendente que arrastra hacia la médula espinal una corriente bioeléctrica capaz de flexibilizar patrones tensionales incrustados en la musculatura profunda. La exhalación, larga y deslizante, actúa como un gesto de vaciamiento ritual, liberando microbloqueos que, con frecuencia, ni siquiera sabemos que poseemos. Dependiendo su variante, cada ciclo respiratorio, cuando se practica con precisión, cincela el tono de la conciencia como un orfebre de su propio sistema límbico.

Desde la fisiología más estricta, estas respiraciones incrementan la coherencia cardiaca, suaviza la hiperactividad cortical y establece una sincronía rítmica entre lóbulos cerebrales que rara vez se alcanza en estados ordinarios. Pero es en la dimensión esotérica donde revela su verdadera distinción: el aire, cuidadosamente guiado, se vuelve un mensajero, un médium que despierta la serpiente dormida de la energía sutil. No hablamos de metáforas ingenuas, sino de la fina percepción del prana que asciende por canales que la mayoría apenas intuye.

Practicada por quienes no temen aproximarse a sus profundidades psicocorporales, la respiración tántrica se convierte en un dispositivo de transmutación. Sus efectos no se limitan al cuerpo: afinan la intención, aguzan la percepción y pulen la presencia hasta volverla casi táctil. El cuerpo se vuelve un laboratorio exquisitamente sensible; la mente, un instrumento calibrado; la energía, una materia moldeable que exige elegancia y exactitud.

En su dimensión más selectiva, la respiración tántrica, requiere disciplina, autoconciencia, mucha consciencia corporal profunda y un gusto particular por la exploración de territorios internos que pueden resultar intensos y, a veces, incómodos. Sus poderes reside precisamente en esa combinación sublime de ciencia y misterio, de neurofisiología y alquimia, de precisión técnica y vibración espiritual.

Para quienes se atreven a cultivarla, la respiración tántrica no es solo una práctica: es una vía de refinamiento interior, un gesto de elegancia energética, una invitación a habitar el cuerpo como si fuese un templo secreto. Una puerta que se abre solo para aquellos que respiran —literal y metafóricamente— desde un lugar más profundo, más selecto, más consciente.

La versión más profunda de la respiración tántrica —la que no suele enseñarse en círculos comunes ni aparece en manuales superficiales— opera en una intersección donde se funden la neurofisiología sutil, la alquimia corporal y la ingeniería vibracional del Tantra clásico. Se trata de una técnica que no solo reorganiza el cuerpo energético: reconfigura la manera en que la conciencia habita la materia.

En este nivel, la respiración deja de ser un proceso lineal y se convierte en un circuito. La inhalación no “entra”: se expande. Y la exhalación no “sale”: se disuelve. El diafragma funciona como un pistón de precisión que masajea la base del nervio vago, generando una estimulación que penetra hacia los plexos profundos —sobre todo el pélvico y el solar—, abriendo microcanales sensoriales normalmente inaccesibles. La musculatura tónica se refina; los micromovimientos involuntarios, casi imperceptibles, comienzan a revelar la topografía energética del cuerpo.

A nivel neurofisiológico avanzado, esta técnica provoca un fenómeno conocido solo por quienes exploran los estados liminales: una desinhibición interhemisférica que permite que patrones sensoriales primitivos —anteriores al lenguaje— resurjan como corrientes de percepción pura. La respiración, al sostenerse en un ritmo serpenteante, induce oscilaciones de baja frecuencia que sincronizan tronco encefálico, tálamo y corteza, creando un eje de coherencia que algunos describen como un “silencio vibrante”.

Es en el punto medio —el espacio entre inhalar y exhalar— donde se esconde el verdadero secreto. Allí, en esa suspensión breve y exquisita, el cuerpo energético se proyecta hacia el canal central como si fuera atraído por un campo de gravedad interna. Es un momento donde la bioelectricidad se reagrupa y asciende, generando un pulso que se siente más como un susurro eléctrico que como un movimiento corporal. Los textos tántricos lo describen como la puerta estrecha donde la energía decide si continúa siendo energía o se convierte en consciencia.

En la dimensión estrictamente esotérica, esta respiración profunda despierta la sensación de que el cuerpo tiene territorios invisibles: márgenes, bordes, cámaras internas. La energía no se desplaza hacia arriba por voluntad, sino por refinamiento. Se desliza como un hilo cálido, sutil y selectivo, que activa un magnetismo interior reservado solo para quienes han aprendido a estar presentes sin esfuerzo.

El resultado es una transformación de la calidad vibratoria del practicante. El campo energético se vuelve más denso y más fino simultáneamente; más radiante, pero más contenido; como si el organismo entero estuviera afinado a una frecuencia inaccesible para percepciones ordinarias. Surge una lucidez que no piensa: observa. Una intensificación que no fuerza: permea. Una sensualidad energética profunda que no se dirige hacia afuera, sino que devora suavemente desde adentro cada capa de bloqueo, hasta dejar solo presencia pura.

Esta técnica —en su versión más elevada— no se enseña; se transmite. Y se transmite solo cuando el practicante ha desarrollado la sensibilidad suficiente para percibir la respiración no como aire, sino como un lenguaje secreto entre su sistema nervioso, su energía y su consciencia primordial.

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A continuación te presentamos un ejercicio muy básico de la respiración tantrica.

Siéntate con la espalda recta en una silla (o ponte en posición tipo “loto” si lo prefieres pero no es imprescindible), y concéntrate en tu respiración (inhala por la nariz y exhala por la boca, esta es la forma más sencilla) y más eficaz).

 Relaja tu cuerpo, tu cara y más particularmente la parte superior de tu cabeza. Luego inhale mientras contrae el músculo del perineo (también llamado músculo PC). 

Si no sabes cuál es, contrae el ano y todo lo que lo rodea (vagina para la mujer, pene para el hombre), como si quisieras hacer subir un líquido por tu cuerpo desde la pelvis hasta el cráneo y relajar los músculos. aproximadamente a la mitad de la inhalación. 

La contracción está ahí sólo para dar el impulso inicial. Haz esta contracción muscular sin tensarte, de forma relajada. Luego exhale mientras se relaja completamente, sin contraerse (esto no es respiración tipo yoga, ni respiración tipo artes marciales, la exhalación debe ser muy relajada, llena de placer). 

Durante esta respiración, puedes mover ligeramente la pelvis hacia adelante y hacia atrás al ritmo de la respiración y de forma sensual. Esto le permite sentir mejor el aumento de esta energía. Sea gentil, tranquilo, lento y sensual. Repite esta operación varias veces, sin rendirte pero tampoco forzando nada.

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